Por Arturo León Hidalgo
CUERNAVACA, Morelos.- La práctica de la desaparición forzada en México inició en 1969 con el profesor Epifanio Avilés Ocampo, quien fue desaparecido por el ejército mexicano en el estado de Guerrero al relacionarlo con la guerrilla. “Lo último que se supo de él fue que lo trasladaron al Campo Militar Número Uno, ubicado en la Ciudad de México”, dijo en entrevista para Los Ángeles Press el investigador y autor del libro La historia de la desaparición en México, Roberto González Villareal.
La segunda desaparición fue colectiva en 1971 en Acapulco Guerrero, donde desaparecieron al padre, a la madre y al hijo, puntualizó el investigador. Explicó Roberto González que para el año de 1974 ya se tenía un registro de más de 500 desaparecidos y la mayoría fueron miembros de la guerrilla de Lucio Cabañas. Las desapariciones las realizaba el ejército mexicano en la Montaña de Guerrero.
“Desde el año 1976 en adelante, las desapariciones se convirtieron en una forma represiva que estaba disponible para cualquier adversario político del gobierno, y en 1994 comenzaron a desaparecer a los guardias de los gobernadores y a militantes”, aseguró el escritor. “Ya en tiempos recientes, a partir de la supuesta guerra contra las drogas de Felipe Calderón las desapariciones se incrementaron de manera acelerada”, refiere el autor y enfatiza: “¿A quiénes desaparecen? Pues desaparecen a jovencitos, niños, extranjeros, por ejemplo, en el estado de Guerrero hay varios extranjeros desaparecidos, migrantes, trabajadoras de maquila como en Ciudad Juárez, travestis como en Tuxtla Gutiérrez, estudiantes del Estado de México”.
El autor Roberto González Villarreal. Foto: Arturo León Hidalgo
El autor Roberto González Villarreal. Foto: Arturo León Hidalgo
Roberto González Villarreal considera que a partir del conflicto contra las drogas en el sexenio de Calderón, las desapariciones ya no son una medida represiva nada más, si no ya es una tecnología “que se utiliza para controlar los desplazamiento en un territorio determinado, controlar las poblaciones y los movimientos de la población como Ciudad Juárez o en el caso de los migrantes”.
“La tecnología de la desaparición ya no es nada más una tecnología represiva, si no que ya es una tecnología política para controlar a la población”. El autor detalló que esta tecnología, como conjunto de saberes, conocimientos, habilidades y destrezas sobre cómo desaparecer a las personas, no nada más la utiliza el ejército y la policía, sino también la industria criminal, “yo le llamo industria criminal para no llamarle crimen organizado, porque en realidad es una industria que tienen sus reglas, se persiguen objetivos y se produce mercancías o servicios”.
De acuerdo a la definición de Naciones Unidas, la desaparición forzada es
“que se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que éstas resulten privadas de su libertad o de alguna u otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del gobierno o con su apoyo directo o indirecto su autorización o su asentimiento, y que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley, […] su práctica sistemática representa un crimen de lesa humanidad […].
La cifra que da el autor Roberto González Villarreal respecto a las desapariciones forzadas coincide con el informe publicado por el Comité Cerezo, organización de derechos humanos enfocada en el registro y documentación de las desapariciones en México. Desde 2006 a la fecha, la cifra es de 30 mil desaparecidos y se han registrado hasta 100 mil ejecuciones.