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JULIUS FUCIK: un comunista ejemplar

Antonio Cerezo - Atlacholoaya

Miércoles 9 de julio de 2008, por Comité Cerezo México

Tal vez un poco antes de cumplir 18 años leí por primera vez Reportaje al pie de la horca de Julius Fucik. En realidad ya no recuero todas las reflexiones, emociones y sentimientos que su lectura despertó en mí en ese momento; pero me dejó honda huella.

Tan honda que el recuerdo de Julius me ha acompañado todos los años vividos en prisión; Julius ha sido un ejemplo vivo de la actitud de un hombre comunista ante la tortura, la cárcel y la perspectiva inevitable de la muerte.

Han pasado más de doce años de esa lectura, años de los cuales 6 y 8 meses los he transitado preso en diferentes cárceles y precisamente en este momento me reencontré con Fucik.

De pronto su Reportaje estaba en mis manos y volví a leer con avidez dándome cuenta del por qué no había podido olvidar esa lectura de un contenido intensamente humano y heroico.

Han pasado más de 60 años desde que Fucik y otros miles de hombres combatieron al nazismo y al fascismo y contribuyeron a su derrota; aunque Fucik ya no vivió la entrada del ejército rojo a Berlín, menos la guerra fría, el derrumbe del llamado “socialismo realmente existente” ni tampoco fue testigo de la orfandad ideológica y política que ese hecho generó en miles de personas que alguna vez y en algún momento participaron en procesos de transformación social.

Después de tanta historia ¿vale la pena leer Reportaje al pie de la horca? ¿Vale la pena leer el testimonio escrito por un comunista que luchó por un mundo que hoy no existe todavía?

Sí, vale la pena, es necesario, imperioso leerlo, sobre todo porque hoy que la lucha de nuestro pueblo por un país más justo libre y democrático sufre los embates de la represión debemos tener un ejemplo vivo de lo que es un hombre íntegro, un revolucionario, un comunista.

Ejemplo que nos sirva para valorar y juzgar en su exacta dimensión a quienes hoy se autoproclaman o son proclamados héroes sólo por el hecho de haber sido detenidos, torturados y estar presos o de quienes se dicen revolucionarios o rebeldes sólo por desarrollar alguna actividad ligada al movimiento social.

Ejemplo que nos sirva para diferenciar a las “figuras” de las “figuritas” como diría Fucik, para diferenciar a los héroes de los inconsecuentes o de los asesinos.

Me gustaría resaltar tres temas que Fucik aborda en su reportaje y en un artículo que escribió titulado “A propósito de los héroes y del heroísmo”: el primero es el referente a la intención de Fucik de escribir el Reportaje como un testimonio de la lucha librada por los comunistas dentro y fuera de las mazmorras de la Gestapo; el segundo, tiene que ver con la clara conciencia que tenían aquellos hombres de la obligación de cumplir con su deber; y el tercero, relativo a quienes podemos considerar héroes y por qué.

“El poco tiempo que me resta permanecer en la cárcel de Pankrác no me permite dar a este reportaje la forma que debiera tener. Debo ser más conciso. Mi reportaje constituirá el testimonio de los hombres, más que el de toda una época. Creo que es lo más importante.” (Fucik. P.63)
Un testimonio, dejar un testimonio, esa tarea se impone Fucik dentro de la prisión. Considera necesario que las generaciones futuras conozcan la actitud, el comportamiento de mujeres y hombres que con el sacrificio de sus vidas les dejaban la posibilidad de vivir sin la bota del nazi-fascismo sobre ellos.

Considera necesario darle nombre, rostro, deseos y esperanzas a quienes heroicamente combatían en ese momento para que los hombres del futuro supieran “que no hay héroes anónimos” (Fucik. P. 57)

Ante la perspectiva de la muerte en cualquier momento, Fucik no se para a reflexionar sobre todas las tristezas y alegrías de su vida, el reportaje, aunque habla de él, no sólo habla de eso, es un esfuerzo por darnos a conocer a otras mujeres y hombres que, como él, caían en manos de sus enemigos, es pues, como dice un testimonio de los hombres.

Otro aspecto importante: el reportaje no es una exaltación irreflexiva de algunos hombres; no es un canto vacío que intente glorificar sin fundamentos, no es una exigencia de reconocimiento (merecido sin duda alguna), es ante todo un llamado que nos conmina a no olvidar, que nos pide amar a esas personas que morían por el futuro.

“Quisiera que todos ellos estuvieron siempre cerca de nosotros, como miembros de vuestra familia, como vosotros mismos.
Los nazis han exterminado a familias enteras de héroes. Amad por lo menos a uno de ellos como si fuese un hijo o una hija y sentíos orgullosa de él como de un gran hombre que vivió para el porvenir.” (Fucik. P. 52)

Fucik no pide estatuas, medallas ni reconocimientos materiales, pide sobre todo memoria y amor, nos pide adoptarlos como parte de nuestras familias, porque los héroes son humanos: madres, padres, esposas, hijas, hijos, sobrinas, sobrinos, tías, tías, hermanas, hermanos.
Son seres humanos que con capacidades y virtudes, con defectos y limitaciones eligieron cumplir con su deber, aunque la vida (incluso la de sus familias o amigos) estuviera en juego.

El deber, cumplir con el deber:

Los Jelínek son detenidos en el mismo momento que Julius, una pareja de obreros que se amaban y participaban en la resistencia.
Los dos: marido y mujer fueron torturados, su casa fue saqueada, sus pertenencias robadas; pero ellos no dijeron nada ¿por qué? he aquí a María y su último mensaje:

“-Patrón, diga a los de afuera que no me compadezca nadie y que nadie se aterrorice de mi suerte. Hice lo que me ordenaba mi deber de obrera, y de acuerdo con eso moriré.” (Fucik. P. 64)

Y por supuesto murió asesinada.

Lída mujer joven enlace de Julios Fucik asumió los riesgos de la lucha fuera y dentro de la cárcel porque ella cumplía con su deber y lo hizo con mayor firmeza desde su ingreso al Partido Comunista.

“Sé que este día es el más importante de mi vida. Desde ahora ya no me pertenezco. Le prometo no faltar nunca a mi deber. Pase lo que pase.” (Fucik. P. 68)

Y Fucik comprobó esas palabras cuando un mes después que él, Lída fue detenida “Sabía mucho, pero no dijo nada” (Fucik. P. 68) Pero, además ya detenida Lída no deja de trabajar “para ella el deber de un miembro del Partido no podía cambiar: el deber de no permanecer de brazos cruzados, cualquiera que fuese el sector de lucha.” (Fucik. P. 68)
Papá Skorepa trabaja infatigable para salvar vidas y mantener comunicados a los presos entre sí y con el exterior, he aquí un breve trazo de Fucik sobre este hombre:

“Ante todo, conoce su deber. Es un comunista que sabe que no hay lugar donde pueda dejar de serlo, donde pueda cruzarse de brazos y abandonarse a la inactividad. Yo diría, incluso, que aquí, en el sitio más peligroso y bajo la presión más dura, ha encontrado su verdadero lugar. Aquí ha crecido.”

Esas personas son ejemplos de quienes cumplen con su deber, y Fucik deja testimonio de ellas, no permite que se pierdan con el paso del tiempo y logra a través de esas historias mantener vivos a miles de mujeres y hombres como ellos.

Esas personas, esos comunistas se convierten en un parámetro, en una muestra de lo que un ser humano integro y con convicciones firmes puede llegar a hacer en la lucha contra la injusticia y la opresión. Pero Fucik no sólo resalta su condición humana y por eso nos pide retenerlos “Como ejemplo de unos hombres que tienen la cabeza en su verdadero sitio. Y sobre todo su corazón.” (Fucik. P. 96)

La lucha contra el nazismo exigía a los hombres y mujeres entregarse completamente a ésta, les exigía tener un gran valor, pero esta lucha no era el fin de su deber, no era por decirlo así, la última prueba, nos dice Fucik:

“Porque el deber humano no termina con esta lucha y ser hombre continuará exigiendo cada uno también en el futuro, un corazón valeroso, hasta que los hombres sean verdaderamente hombres”. (Fucik. P. 95)

Ninguna persona que Fucik rescata del anonimato cumplió con su deber en busca de gloria personal, ni Fucik los rescata para glorificarlos, ni escribe para glorificarse. La heroicidad que nos describe Fucik es una que se manifiesta cotidianamente y sin resplandores porque día con día se luchaba con abnegación y sencillez; se cumplían tareas que podían causar la muerte.

Nadie se jacta de haber cumplido con su deber, nadie presume haberlo hecho, nadie pretende convencer a otros de la justeza de su lucha por medio de su glorificación personal, por cumplir con su deber cotidianamente o por haberlo cumplido.

El testimonio de Fucik no es un barato intento de propaganda para que sus lectores lo admiren, no buscaba admiración, no buscaba convencer a nadie de su condición humana y comunista, no buscaba que le reconocieran su consecuencia ante la tortura, ante la cárcel, ante la perspectiva inevitable de la muerte por haber salvado decenas, cientos de vidas, tal vez, gracias a su silencio.

Fucik nos da ejemplos de carne y hueso a seguir, no falsas imágenes qué admirar para llenar nuestros vacíos.

¿Qué opinaría Fucik de aquél hombre que presume de haber cumplido con su deber? ¿Qué opinaría de aquél hombre que busca gloria por haber cumplido con su deber? ¿Qué tipo de ser humano sería aquél que lo hace? Seguramente no un comunista, no un revolucionario, no un hombre íntegro.

LOS HÉROES.

“el héroe es un hombre que, en el momento decisivo, da todo para hacer lo que debe hacer en interés de la sociedad humana.” (Fucik. P.112)

La lucha contra el nazi-fascismo era en ese momento un deber para cualquier hombre que tuviera “el corazón en su sitio”, era una lucha “en interés de la sociedad humana”. Fucik y otros miles de mujeres y hombres lo comprendieron e hicieron lo que debían de hacer en los momentos decisivos, todos ellos fueron y son héroes.

Sin embargo, me permito hacer una reflexión, hay personas que no son héroes; pero que han realizado actos heroicos y hay otras que eran héroes y en un momento decisivo (tal vez uno de tantos) no hicieron lo que debían de hacer y dejaron de serlo.

Lo explico: la heroicidad de Fucik era cotidiana, todos los días se enfrentaba a momentos decisivos y todos los días daba todo por hacer lo que debía: luchar contra los nazis, no sólo fue un momento decisivo su aprehensión y tortura, también lo fue la decisión de luchar y las tareas que cotidianamente realizaba. Era un héroe cotidiano y lo fue hasta su muerte.

Mirek su compañero, ex combatiente de la guerra civil española y sobreviviente de los campos de prisioneros en Francia era, como Fucik, un héroe extraordinario, sin embargo, en un momento decisivo (su detención y tortura) dejó de serlo, pues para salvar la vida traicionó a sus compañeros y ese acto era contrario a los intereses de la humanidad.

Después intentó resarcir algún daño, pero fue en vano, en el momento decisivo no dio todo para hacer lo que debía hacer.

Pero hay personas que sin ser héroes cotidianos en un momento decisivo lo son, pues eligen darlo todo en beneficio de la humanidad, estas personas realizan actos heroicos aunque no sean héroes cotidianos y como ellos también hay muchos.

La vida es compleja: hay héroes que repentinamente dejan de serlo y personas que sin ser héroes cotidianos en un momento determinado realizan actos heroicos.

Lo importante es entender que no por la realización de un acto heroico se es héroe y que hasta los héroes cotidianos pueden tener un momento de flaqueza y dejar de serlo. Pero, además, es de suma importancia también comprender que los héroes son hombres y mujeres de carne y hueso, personas con defectos y limitaciones, virtudes y capacidades, que el hecho de ser héroes no los convierte en personas infalibles y sin tache, no. Idealizarlos es un error, es despojarlos de su condición humana y limitar nuestras posibilidades de ser como ellos.

Debemos aspirar a tener una vida como la de Julius, saber y comprender que los intereses de la humanidad están por sobre nuestra propia existencia física, debemos ser mujeres y hombres que con sencillez y abnegación realicen sus actividades en beneficio de nuestro pueblo.

El héroe cotidiano no presume su actitud en momentos decisivos, simplemente considera que su actitud correcta era cumplir con su deber, era su obligación y que de no haber actuado de forma correcta hubiera sido condenable.

Es posible que muchas personas consideren que soportar la tortura y la cárcel son actos heroicos, y tal vez lo son; pero soportar esos hechos no convierten necesariamente en héroes a quienes lo soportan, faltaría analizar qué hicieron en beneficio de la lucha desde su circunstancia concreta de la prisión y qué hacen y cómo se comportan al salir de la misma.

Vivir de un acto heroico, vivir de la presunción de haber realizado un acto heroico, buscar, pretender el reconocimiento a esa heroicidad rompe con la actitud sencilla y abnegada que debiera tener un héroe, quien hace lo anterior no es un héroe, no es un hombre íntegro, pues pretende vivir de supuestos o reales actos que lo colocan por encima de las personas que luchan por transformar nuestra sociedad pero que todavía no logran darlo todo por la misma lucha.

Gracias a su testimonio Fucik nos da la posibilidad de valorar sus actos y actitudes y los de otras personas, de conocer hasta dónde puede soportar un ser humano para proteger a otros por considerar ese acto, un deber en beneficio de la humanidad; pero hay miles, cientos de miles de hombre y mujeres que han sido asesinados sin poder hacerlo, que han muerto en silencio cumpliendo su deber, que no han podido dejarnos ni siquiera un breve testimonio de su heroicidad, de cómo hay dado la vida por el futuro.

Esas mujeres y hombres existen y debemos honrarlos con nuestra actitud consecuente, no con palabras vacías.

¡Todas y todos a luchar por la defensa del petróleo!

¡Hasta la victoria siempre!

Preso de conciencia: Antonio Cerezo Contreras
¡A nueve meses de nuestra libertad!
Atlacholoaya, Xochitepec, Morelos.

Sus comentarios

  • El 2 de junio de 2020 a 00:03, por Andrés Espinosa Zuchel En respuesta a: JULIUS FUCIK: un comunista ejemplar

    Soy un estudiante de periodismo de Chile y me encontraba haciendo un perfil de Sebastián Acevedo, quien se inmolara el año 1983 para que la CNI (ORGANISMO REPRESIVO DE LA DICTADURA CHILENA) liberara a su hija e hijo, ambos aprisionados el 8 de noviembre de ese año. A los tres días del arresto de sus hijos, Sebastián, que era además comunista, se quemó a lo bonzo en la plaza de Concepción. Esa imagen dio la vuelta al mundo y ayudó a visibilizar las torturas que se estaban cometiendo en Chile. La cosa es que entrevisté a un amigo de sus hijos y él me comentó que Sebastián tenía una amplia biblioteca, y que la única condición que les daba para prestarle sus libros era que, después de leerlo, lo comentaran con él. El primer libro que le prestó y comentó con él fue REPORTAJE AL PIE DEL PATÍBULO. A raíz de eso llegué a este sitio y me quedo con la frase destacada en esta nota: “el héroe es un hombre que, en el momento decisivo, da todo para hacer lo que debe hacer en interés de la sociedad humana.” (Fucik. P.112)
    ¡gracias! un abrazo

    Responder a este mensaje

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