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Carta al mundo

Antonio Cerezo Contreras

Sábado 24 de noviembre de 2007, por CC_DF01

CARTA AL MUNDO

“Y ahora, amigos míos, escuchad
la enigmática palabra:
Cada primavera nos vivifica,
la dorada mazorca tierna nos hace un collar:
¡Sabemos que nos son fieles los corazones de nuestros amigos!”

Fragmento de poesía Náhuatl

Nuestro compromiso con la vida es irrenunciable; amamos la vida, a pesar de la cárcel, a pesar de las amenazas que se han hecho más frecuentes desde la vinculación familiar que han hecho diferentes personas y medios del detenido-desaparecido Gabriel Cruz Sánchez con nosotros; pero sobre todo a raíz de las acciones que ha realizado el EPR reclamando la presentación con vida de sus compañeros detenidos-desaparecidos desde el 25 de mayo del año en curso.

Las amenazas tienen el función de hacernos elementos de chantaje; personas cuya vida depende de lo que haga o deje de hacer el grupo armado.

Nuestra vida no depende, en ese sentido, de nosotros, de nuestras ganas de vivir y de estar libres; ahora depende de quienes, desde la impunidad que permite el poder del Estado deciden sobre nuestro futuro o, en otras palabras, de quienes decidirán en qué momento asesinarnos.

No es la primera vez que amenazan a quienes han luchado por nuestra libertad, desde un inicio las amenazantes llamadas telefónicas, los seguimientos, la vigilancia disimulada, el hostigamiento y las amenazas vía Internet aparecieron como un componente más de una sucia guerra psicológica.

Durante estos más de seis años de reclusión no hemos permitido que ese tipo de agresión nos desanime, nos suma en un estado de permanente angustia, a ésta hemos respondido con la voluntad inquebrantable de vivir de forma creativa y lo hemos hecho en la medida de nuestras posibilidades y de las que nos impone el Estado.

Hemos escrito, hemos dibujado, hemos intentado no dejarnos llevar por la monótona y deshumanizante vida de presidio y hasta hoy lo hemos logrado.

Nuestra esperanza de estar libres, nuestro amor a la vida y a la lucha del pueblo; nuestro compromiso de resistir hasta lograr nuestra libertad; nuestro agradecimiento con las organizaciones y personas solidarias lejos de disminuir se acrecientan.

Estamos conscientes de que podemos ser objeto de agresiones físicas o psicológicas porque las formas de intentar destruir o destruir a un ser humano son, vergonzosamente para la humanidad, diversas.

Pero lo que hagan con nosotros no desaparecerá una realidad que genera inconformidad en una gran parte del pueblo y que lo anima a luchar ya no digamos por mejorar sus condiciones laborales y de vida, sino por su propia supervivencia física.

¿Dejarán las organizaciones sociales de movilizarse para defender sus derechos si nos asesinan?

Imposible, porque sus demandas no dependen ni de nuestra existencia ni de lo que escribamos o dejemos de escribir y porque, aunque nuestro asesinato pretenda ser un escarmiento para otras personas, habrá siempre hombres dignos y valientes que no se dejen atemorizar por éste.

¿Acaso Morelos renunció a la lucha de independencia al saber del fusilamiento de Hidalgo, al saber que su cabeza pendía de una esquina de la Alhóndiga de Granaditas?

¿Acaso los pueblos zapatistas de Morelos renunciaron a su lucha cuando las tropas porfiristas y carrancistas arrasaban sus pueblos y colgaban a cientos de hombres, mujeres y niños de los árboles?

¿Acaso el asesinato de Rubén Jaramillo y de toda su familia evitó que otras hombres se alzaron en armas contra los gobiernos injustos?

La represión en todas sus formas e intensidades desaparece familias enteras, castiga, no sólo lazos de índole político; también lazos afectivos y familiares; puede contener un movimiento popular e incluso derrotarlo; pero no puede desaparecer la idea de justicia, dignidad y democracia que sustenta la praxis creadora del pueblo organizado. Por eso renacen los movimientos sociales, por eso los pueblos se reorganizan, por eso existirán otras mujeres y hombres que recojan el ejemplo de los caídos y de la historia para volver a la lucha, una lucha justa.

A nosotros como personas nos pueden negar el derecho a vivir: a gozar y sufrir la vida misma; pueden causarnos un gran dolor. A nuestros padres pueden lastimarlos con nuestro asesinato, pero eso en nada cambiará la realidad social injusta que vive el pueblo trabajador ni la lucha de éste por transformarla.

Hace un año ya, en este mismo mes, nos pusieron una vigilancia especial a Hector y a mí con el pretexto de que queríamos suicidarnos.

En aquella ocasión, y nuevamente hoy, reiteramos nuestro amor a la vida y hacemos responsables, de nuestra integridad física y emocional a las personas e instituciones encargadas de velar por la misma, de lo que pueda sucedernos.

Hemos sido bastante claros nada ni nadie podrá hacernos renunciar a la vida a pesar de estar presos. Pueden castigarnos por nuestra forma de pensar, por nuestras ideas, por plasmarlas en cartas, cuentos o poesías; pueden castigarnos por los lazos sanguíneos que nos unen a nuestros padres o a personas que participan en algún grupo armado; podemos ser objeto de la venganza del Estado; pueden intentar desvirtuar nuestra lucha, manchar con la mentira y la difamación nuestra vida; pero nada de eso nos hará renunciar a la vida.

Ni aun el dolor más grande podrá hacernos renunciar a las ansias y al deseo de estar libres.

A seis años dos meses de ilegal e injusto encarcelamiento.
A seis años del asesinato de Digna Ochoa y Plácido.

¡Presos hoy, libres siempre!

Preso de conciencia: Antonio Cerezo Contreras
CEFERESO Núm. 1 “Altiplano”
Octubre de 2007

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