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De policías, narcos y empresarios

Domingo 25 de julio de 2021, por Comité Cerezo México

Opinión
Héctor Cerezo Contreras

Era el año 1987, Jesús Miyazawua, ex integrante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y en ese entonces Jefe de la Policía Judicial del Distrito Federal, protegía de ir a la cárcel a tres jóvenes (juniors) que habían confesado haber matado a un taxista para “saber qué se sentía privar de la vida a un ser humano”. Uno de ellos fue Luis Cárdenas Palomino, quien no sólo salió impune sino que fue premiado con un puesto en el servicio público. Dos años después, en 1987, Palomino ingresó al Centro Nacional de Inteligencia (CISEN), donde como policía político conoció a sus futuros cómplices y jefes. En 1996, con sólo siete años de rápida carrera como servidor público, fue nombrado director de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SIEDO) de la Procuraduría General de la República. En este mismo año, Ernesto Zedillo creó la Ley Contra la Delincuencia Organizada, es decir, el estado de excepción jurídico para lo que se comenzaba a configurarse como el enemigo interno: el narcotráfico y la disidencia política.

En 2000, año de la victoria panista y de la mal llamada transición a la democracia, Palomino ya era Director Adjunto de la Policía Judicial Federal, que se transformaría en la Agencia Federal de Investigación y luego en la Policía Federal. Con el gobierno de derecha de Vicente Fox, Genaro García Luna y su brazo derecho, Cárdenas Palomino, junto con un grupo de policías provenientes de los órganos de inteligencia y represión política del Estado, se encumbraron en los más altos puestos gubernamentales y asumieron la responsabilidad de la seguridad en México.

Al inicio del gobierno panista, un hecho marcó el sello del gobierno de Vicente Fox que derrumbaría falsas ilusiones de los que llamaron al voto útil. En el 2001, al mismo tiempo que el FBI reconocía internacionalmente a Cárdenas Palomino como un buen policía, se llevó a cabo un operativo en la CDMX, en el que policías a su mando detuvieron arbitrariamente y torturaron a tres hermanos universitarios de apellido Cerezo Contreras. La denuncia por tortura se desechó y nuevamente los funcionaron gozaron de la ya acostumbrada impunidad.

Los doce años de panismo fueron funestos para la población mexicana y, en especial, para las organizaciones populares, campesinas e indígenas, aunque, en contrasentido, fueron de bonanza económica para los que en ese tiempo fueron llamados “súper policías”. Bajo el pretexto de la “guerra contra el narco”, el Estado mexicano sometió a su población a una estrategia contrainsurgente, de represión política y de disciplinamiento y control social, que trajo como resultado miles de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas, masacres, desplazamientos forzados, tortura y violaciones. Después, con la llegada mediante fraude electoral de Felipe Calderón, el Terrorismo de Estado se manifestó con toda su crudeza y verdad. El enemigo interno siempre fue el pueblo mexicano y el motivo de dicha guerra fue económico.

La profundización de las políticas neoliberales que permitieron una mayor explotación de la población y el saqueo de los recursos naturales necesitaban de una política de seguridad que garantizara a la oligarquía mexicana aumentar constantemente sus ganancias. Para ello, los aparatos de seguridad cobraron gran relevancia. El Estado mexicano entregó la política de seguridad a lo que dictaba el mandato de los Estados Unidos para el hemisferio; militarizó la seguridad pública y paramilitarizó la sociedad.

García Luna y Cárdenas Palomino fueron un ejemplo de operadores eficientes para la oligarquía en el marco de la “guerra contra el narco”. Cumplieron su papel de lograr control y disciplinamiento social mediante el terror gubernamental, llevaron a cabo de manera eficaz la represión al movimiento popular, con una política de ejecución extrajudicial y desaparición forzada en contra de sus líderes, y asumieron el papel de representantes de los intereses del narcotráfico (burguesía ilegal) dentro del Estado. Por ello fueron premiados internacionalmente con el reconocimiento a los mejores policías del mundo, los más eficientes. Sin embargo, como todos los que hacen el trabajo sucio, fueron desechados una vez que terminó su vida útil. Los mismos que los premiaron son quienes ahora nos dicen que desde el 2012 tenían conocimiento de que eran parte de un cartel del narcotráfico –razón por la que García Luna está actualmente preso–.

Antes de ser señalados, entraron al sector privado. Cárdenas Palomino se retiró del servicio público en 2012. Ricardo Salinas Pliego, uno de los grandes beneficiarios del neoliberalismo, lo premió por sus servicios y lo nombró director y representante legal de la empresa Adamatium Seguridad Privada. Mientras que a García Luna le fue mejor, pues creó su propia empresa de seguridad: GL & Associates Consulting. Así, este grupo de policías, creados al amparo de la represión y el espionaje político, y que durante 25 años fueron fieles servidores del Estado mexicano y defensores de los intereses oligarcas, también se sirvieron de su condición de funcionarios públicos para enriquecerse. Con todo, si bien los dos están acusados por narcotráfico por los Estados Unidos, y en México Cárdenas Palomino por tortura, ninguno está siendo investigado o ha sido sancionado por las graves violaciones de derechos humanos cometidas en contra de miles de personas. Crímenes de Estado que, como lo estipula el Sistema Universal de los Derechos Humanos, en algunos casos como lo es la desaparición forzada, también se configuran como crímenes contra la humanidad.

Por todo esto, para comenzar un real proceso de verdad y justicia en el país, no basta enjuiciar sólo a los operadores, a los participantes directos del Terrorismo de Estado (hecho que no ha pasado), sino también se debe investigar y sancionar a los autores intelectuales, a los facilitadores y, por supuesto, a los beneficiarios de las graves violaciones a los derechos humanos. Es decir, se debe investigar y sancionar a la clase burguesa que profundizó a sangre y fuego el neoliberalismo en nuestro país.

Pd: Ante la ofensiva del imperialismo norteamericano queremos hacer de manifiesto toda nuestra solidaridad con la Revolución Cubana.


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