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La noche en que se cimbró la puerta de Palacio Nacional

Lunes 10 de noviembre de 2014, por Comité Cerezo México

Pasada la medianoche, se sabría que la policía se dispersó por las calles del Centro Histórico en busca de manifestantes. El Comité Cerezo reportaba 17 detenidos…

MATHIEU TOURLIERE
9 DE NOVIEMBRE DE 2014
REPORTAJE ESPECIAL

MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Ya son pocos los manifestantes que permanecen en el Zócalo a las 11:30 de la noche. Ha sido larga la jornada de protesta por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Un grupo de granaderos arremete contra dos individuos. Uno queda inconsciente. El otro, un niño, con el rostro ensangrentado.

Una señora, quién “vende cigarros desde siempre en el Zócalo”, rompe en llanto al ver el chorro de sangre que corre por debajo de la cara del menor. Entre los gritos que urgen a llamar una ambulancia, solloza: “Mi México querido, ¿Adónde vamos a llegar?”. Y añade: “Vi todo, un policía me quitó para que no viera, pero lo vi, vi como le pegaban con sus bototas, es injusto”.

Fue tanta la rabia de la mujer que acaba tirada en el suelo. Sólo sus piernas se agitan bajo el asalto de las convulsiones.

Desde la plancha del Zócalo vienen dos bloques de granaderos. Se llevan a dos jóvenes. “¡Dame tu nombre!, ¿Cómo te llamas?”, les gritan los reporteros presentes, cámara en mano. Luís Andrés Villegas, contesta uno. El otro se mantiene silencioso. La camioneta con el escudo de la Policía Federal, placa 14727, arranca. Se corre el rumor de que los policías detuvieron a otro.

Entre las luces de las ambulancias de la Cruz Roja Mexicana y los vehículos que transportan a los granaderos, se distingue a los integrantes del Estado Mayor Presidencial (EMP), que empiezan a quitar los escombros que quedaron frente a la puerta principal de Palacio Nacional que exhibe un hoyo, luego de que le prendieron fuego y la golpearon con las mismas vallas metálicas dejadas ahí por las autoridades.

Mientras los uniformados limpian afuera de Palacio, en la fachada se puede leer: “Lárgate Peña Asesino”, la palabra Vivos y una A que suelen estampar los anarquistas.

El Zócalo ya está vacío. En la plancha quedan piedras y pedazos de velas que sirvieron de proyectiles contra la puerta dañada. Con la acometida policiaca se acabó el sitio al Palacio Nacional.

La movilización

La marcha que partió del edificio central de la PGR al Zócalo en apoyo a los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, a las 20:00 horas del sábado, se desarrolló sin incidentes. Miles de personas, algunos con velas, otros con antorchas, caminaron mientras coreaban las ya emblemáticas consignas: “Vivos los queremos…” y “Fue el Estado”, arropados por los aplausos de las personas que observaban desde las banquetas.

Pero al llegar al Zócalo, ya pasadas de las 22:00 horas, una masa compacta se juntó ante un Palacio Nacional vacío, con todas sus luces apagadas. Entonces, un grupo de jóvenes encapuchados empezó a pegar a la doble puerta de madera del edificio. Primero a patadas y luego con las vallas que resguardan al edificio, bajo la mirada sorprendida de centenares de personas ubicadas unos metros atrás, algunos de los cuales contaban hasta 43 antes de gritar: “¡Justicia!”.

Una mujer trató de convencer a los encapuchados de que dejaran de golpear la puerta de Palacio, pero no le hicieron caso. “¡Tomemos el Palacio!”, exclamaron como respuesta.

Incontenibles, los encapuchados agarraron una de las pesadas vallas. Se acercaron a la puerta. Tomaron impulso y se abalanzaron sobre ella, chocando su improvisado ariete de metal contra el portón que se estremeció.

Eran las 22:15. Otros jóvenes –encapuchados algunos y otros con la cara descubierta-, lanzaron algunos artefactos que al estrellarse contra la puerta se convertían en llamas, lo que activó el sistema anti-incendio, ubicado arriba del portón, y el agua que chorreó sobre la madera apagó el incipiente fuego.

A su vez, de los costados del portón atacado salieron chorros de un líquido mientras por debajo de las puertas se esparcía el humo de un gas que provocó conatos de tos entre el grupo de manifestantes que durante un corto instante se alejaron del lugar.

“Fue el Estado”, “¡Asesino!”, gritaban desde atrás. Con palos, unos jóvenes volvieron a la carga. Trataron de romper los vidrios de las ventanas, sin éxito. Tampoco cedieron los cristales cuando en dos ocasiones, encapuchados prendieron un spray de pintura que terminó por explotar ruidosamente.

Ante el fracaso, los jóvenes con el rostro cubierto recuperaron las vallas y se lanzaron de nuevo sobre las puertas. “Duro”, se escuchaba. Proyectiles se rompían sobre las paredes del Palacio. Centenares de manifestantes contemplaban la escena. Paralizados por la curiosidad, algunos se preguntaban entre si: ¿Qué sigue?

A cada rato, las personas ahí reunidas lanzaban vistazos inquietos hacia las azoteas de los edificios.
“Están sacando fotos arriba, ¡Los quieren desaparecer!”, gritó un joven. Sobre el rostro del señor que aparentemente accionaba una cámara, aparecieron las luces verdes de unos láseres.

Otra vez salió gas por debajo de las puertas, las que se tambaleaban una y otra vez bajo los embates de las vallas manipuladas por los jóvenes.

A las 22:45 la madera de la parte baja de la puerta derecha del Palacio cedió. Se abrió un hoyo. Al interior del edificio se veían colocadas barreras de metal. “¡Nos tiene miedo!”, gritó uno de los jóvenes. Se multiplicó el lanzamiento de objetos sobre el portón.

Quince minutos después llegó una veintena de granaderos, protegidos con sus largos escudos que golpeaban con sus bastones. Ante ello se dispersó la masa amontonada frente a Palacio, pero varios de los jóvenes más exaltados agarraron piedras y las lanzaron sobre los uniformados.

Algunos se apoderaron de las velas depositadas en la plancha del Zócalo en honor a los desaparecidos de Ayotzinapa, y las arrojaron sobre el grupo de policías, quienes ya habían recuperado el control de la puerta de Palacio.

A la aparición de granaderos le siguió la de un grupo de integrantes del EMP, vestidos de negro bajo sus gorras. Algunos uniformados de la Policía Militar también se posicionaron detrás de los granaderos.

Bajo una lluvia de piedras, las guardias presidenciales reinstalaron las vallas alrededor del Palacio Nacional, mientras otros de ellos regresaban las pedradas, las velas y palos encendidos hacia la plancha del Zócalo, provocando que la gente que permanecía expectante corriera y se dispersara.

A las 23:15, con el Zócalo prácticamente vacío, los granaderos saltaron las vallas y arremetieron contra los pocos que ahí permanecían. Los encapuchados ya se habían ido.

Un granadero alcanzó a un niño y junto con varios de sus compañeros lo tumbaron y le empezaron a pegar. Sólo detuvieron la agresión cuando se dieron cuenta que eran grabados. El menor quedó tirado en la plancha del Zócalo con su playera blanca desgarrada y el cuerpo ensangrentado.

A pocos metros, inconsciente, se ubicó a otra persona agredida por los uniformados.

Son las 23:30. Los granaderos van abandonando el Zócalo. Por debajo de la inmensa bandera de México seguían luciendo las pequeñas llamas de unas velas.

Pasada la medianoche, se sabría que la policía se dispersó por las calles del Centro Histórico en busca de manifestantes. El Comité Cerezo reportaba 17 detenidos…

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