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Discurso y terrorismo de Estado: ¿Estado fallido o estafa ha habido?

Miércoles 15 de diciembre de 2010, por Comité Cerezo México

¿A quién le conviene, entonces la idea de Estado fallido? ¿Nos conviene a usted y a mí? La respuesta es negativa, la idea de Estado fallido le conviene al Estado porque lo deslinda de las responsabilidades de las violaciones a los derechos humanos que comete

Publicado en Revista Revuelta #23
Melanie Salgado
Diciembre de 2010

Usted y yo lo hemos escuchando cientos de veces: en el periódico, la televisión y en boca de los “sabios” analistas… el mexicano es un Estado fallido. Lo que es peor, muchos de nosotros lo hemos repetido pensando que es esta una manera directa de atacar y denunciar al Estado mexicano. No obstante, ¿hemos reflexionado en lo que implica la definición de Estado fallido? ¿Nos hemos preguntado quién la utiliza y con qué fines lo hace?

El concepto de Estado fallido fue introducido por el centro de estudios estadounidenses “Fondo por la paz” (Found for peace) y algunos periodistas y analistas políticos. Curiosamente este centro de estudios cada año publica la lista de estados fallidos en el mundo, y curiosamente con esa lista se etiquetan a los estados que EU asume como peligrosos, y en los que su actuar mesiánico debe de intervenir.

Esto quiere decir que cuando usted y yo utilizamos dicho término, estamos afirmando que el Estado mexicano es débil puesto que no controla su territorio ni el uso de la violencia, que el Estado es incapaz de cumplir con sus obligaciones y responsabilidades, ya que adolece del dinero, los conocimientos, la infraestructura y la estrategia para garantizar los derechos humanos, y que el estado ha sido “infiltrado” por determinados grupos (en este caso de criminales) que lo han rebasado y le han arrebatado el control y el poder.

Tendríamos entonces un Estado que quiere pero no puede garantizar el derecho a la salud o al trabajo, un estado que, intimidado y derrotado, no puede brindar la seguridad y la justicia que “tanto desea para su pueblo”. En serio problema nos hemos metido… que en lugar de insultos lanzamos piropos y halagos a un Estado que puede escudarse de sus crímenes mediante el soso argumento de que quiere, pero no puede. ¡Nada más conveniente y cómodo!

Usted y yo hemos tirado dardos sin percatarnos de que la magia del discurso había cambiado los dardos por flores perfumadas.

Estado fallido y guerra contra el narco

El discurso de la guerra contra el narcotráfico que ha encabezado Calderón no es un fenómeno homogéneo y unívoco. Tiene, por el contrario muchas y distintas manifestaciones; una de ellas es el discurso oficial-presidencial, pero están también las manifestaciones de los medios de comunicación, de los analistas reconocidos (de izquierda o derecha), y de otros muchos espacios en los que, el discurso oficial se recrea de diversas maneras. Lo que es un hecho es que, la mayoría de estos espacios se encuentran, de una u otra manera en manos del Estado, y éste ocupará todos los medios a su alcance para diseminar una serie de ideas que reafirmen su propio discurso.

La esencia del discurso político consiste en disfrazar una ideología y en ganar adeptos que se identifiquen con esa ideología, que se apropien de una causa que no les pertenece. El discurso de la guerra contra el narcotráfico busca convencernos a todos nosotros de la necesidad inminente de una guerra contra un enemigo que nos amenaza a todos como sociedad, es decir pretende que nosotros, como pueblo, justifiquemos y aceptemos una guerra en contra del pueblo mismo.

La idea y el argumento del Estado fallido no es sino un tentáculo más de este discurso tramposo. Lo que ocurre es que es un tentáculo bastante engañoso y tentador, pero sigue siendo un tentáculo que emana del mismo Estado. A través de críticos reconocidos se comenzó a manejar la teoría del Estado fallido como si tal afirmación diera con el hilo negro del asunto. No obstante los grandes defensores de la teoría del Estado fallido, por ejemplo Buscaglia, aseguran que el Estado no puede cumplir con su deber y que por lo tanto, la sociedad (usted y yo), tendrá que fortalecerlo para que, por medio de un proceso de depuración, expulse esa parte podrida que lo carcome y aniquile, así, al enemigo que lo ha infiltrado. Otros afirman que México se encuentra en grave riesgo ante la situación de Estado fallido, igual que Colombia hace 20 años, y requiere de la intervención de la policía y la inteligencia de EU para resolver tal cataclismo. Los menos, como Fernández Menéndez, afirman que el discurso de Estado Fallido es una invención de la izquierda para apoderarse del país en las próximas elecciones, porque nuestro avispado analista reconoce que usar un discurso terrorista es derecho único del Estado y no de otros partidos que “ambicionan” el poder. Lo que en resumidas cuentas implica que o asumimos que tenemos el deber de auxiliar al desvalido Estado que se encuentra amenazado por el narco y el crimen organizado, o aceptamos la “desinteresada y pacífica” ayuda yanqui o nos comemos el discurso de Fernández Menéndez y consideramos que si votamos por un partido de izquierda es porque nos han manipulado por medio del terror.

Tenemos otra opción: llamar a las cosas por su nombre. Cuando un Estado dispone de la capacidad de desplegar operativos de fuerza impresionante para militarizar las calles y agredir al pueblo organizado, pero es incapaz de congelar una serie de cuentas bancarias que están identificadas como del narco o cuando un Estado dispara en contra de la población una serie de discursos que parecen contradictorios y confusos y utiliza el terror y la desinformación (que puede ser falto o exceso de información) al mismo tiempo que permite que una serie de grupos actúen a sus anchas, maten gente y hagan labor de limpieza social sin impartir justicia estamos frente a un Estado terrorista y no frente a un Estado fallido. No obstante el gobierno corre el rumor de Estado fallido porque le conviene que lo acusen de haber sido rebasado y no de ser culpable, ya sea por omisión, comisión o aquiescencia, de lo que ocurre en el país. ¿Será acaso que Felipe Calderón fue puesto en el gobierno con la misión de generar la imagen de caos y desorden en el país? Porque dicen que en río revuelto ganancia de pescadores y no hay mejor manera de ocultar una guerra contra el pueblo que fingir una cruenta batalla contra un poderoso enemigo que ha generado un Estado fallido.

Narco y Estado, ¿enemigos?

Esto nos lleva a la segunda idea falsa que la concepción de Estado fallido alimenta: la de que Narco y Estado son actores independientes. Cuando asumimos la idea de Estado fallido, usted y yo, estamos cometiendo otro grave error: estamos dando por hecho que el Estado ha fallado frente a un enemigo cuya fuerza es tan grande que supera a la del Estado mismo. Es decir, estamos reconociendo la existencia del enemigo interno que Calderón ha creado con su discurso. Y el problema no es ese, porque de que el narco existe, existe, pero nos estamos tragando el cuento chino de que no tiene nada que ver con el Estado y de que cuando eso sucede se debe a que un par de maleantes y criminales se “infiltraron” en la estructura del Estado y comenzaron a corromperlo, y no por una política de Estado que recurrentemente pacta y defiende los intereses del narcotráfico.

¿A quién le conviene, entonces la idea de Estado fallido? ¿Nos conviene a usted y a mí? La respuesta es negativa, la idea de Estado fallido le conviene al Estado porque lo deslinda de las responsabilidades de las violaciones a los derechos humanos que comete, le permite responsabilizar al narco como culpable de la violencia a la que nos enfrentamos y, lo que es mejor, alimenta la construcción del enemigo interno: el narcotráfico, mientras que al mismo tiempo opera a través de él.

Críticas falsas

En cualquier guerra discursiva se juega una pelea por la legitimidad. Muchas veces por medio de versiones que aparentemente cuestionan al Estado, éste gana un poco de legitimidad, un poco de confusión y un poco de credibilidad. Ideas que parecieran cuestionarlo en realidad no hacen sino alimentar el objetivo que se ha trazado. Quizá lo más alarmante de todo esto es que éstos son los discursos más difíciles de detectar y es muy fácil dejarse seducir por ellos. Con el paso del tiempo logran ganarse un lugar dentro del imaginario de la gente… un imaginario que a fin de cuentas no busca sino reducir y tergiversar el verdadero problema, pero que se nos presenta disfrazado de un argumento crítico e importante.

Un ejemplo de esto es la película, recientemente estrenada, El Infierno, del famoso director que se encargó de acostumbrarnos a reír de nuestra propia miseria, a asumir que todos los políticos son corruptos y los que no lo eran terminan por convertirse: como si las cosas fueran así desde siempre y para siempre.

“Le pega a todos, critica hasta al ejército” Fue uno de los comentarios que escuché y que me animó a ver el film, dos horas después salí aterrada… en la sala de cine muchos se habían reído mientras miraban cómo el protagonista se desmayaba al ver la manera en que un narco torturaba a un antiguo empleado; otros lanzaban estruendosas carcajadas mientras veíamos a la familia de narcos excéntricos que lloran como niños. Lo que es peor, las risas aumentaron cuando el policía federal corrupto pronunció esa frase “Ya ve que nuestro presidente quiere hacer de este un país de soplones”. No tengo elementos para evaluar la película de acuerdo a su estética o técnica, no obstante lo que me interesa es mostrar el discurso que maneja.

Para comenzar diremos que la película plantea una serie de elementos que no son sino una crítica falsa o light. El hecho de que en una escena un militar le robe dinero a un migrante es una crítica falsa, ya que la película no muestra que actos como este sean, como son, política del Ejército como institución. ¿Creen que la película critica al presidente? Señores, recuerden que en la película el que se burla del presidente y de su política es, ni más ni menos que el policía que estaba coludido con el narcotraficante de la zona. O sea es el malo, el enemigo interno, la parte podrida del Estado la que osa burlarse del presidente. Ahí no hay crítica, sino una constatación de que una serie de malvivientes incluso se burlan del gran esfuerzo del presidente. Aunque usted y yo reventemos a carcajadas. También está esa imagen, que levantó siseos en la sala, en la que se ve a Fox y a Salinas aparecer en fotos junto con los narcos. Es una crítica acérrima o son las mismas palabras de Calderón que culparon a Vicente de Fox de haber permitido que el problema del narco creciera durante su mandato. ¡Qué chistoso! Igual que al principio creemos que aquellos que repite lo que dice el señor Calderón hacen una crítica fortísima.

En segundo lugar la película, como discurso, presenta una explicación absurda y fofa de la compleja realidad, ya que resulta que el México violento que enfrentamos no es sino resultado de que dos hermanos se pelearon a muerte. ¡Por favor! Calderón alegó la misma explicación cuando inauguró sus esperpénticos diálogos por la seguridad. Lo que usted y yo estamos viviendo no es una ridícula rencilla entre dos hermanos que visten y hablan de manera ridícula. ¿Qué pretenden con vendernos una imagen estereotipada y ridícula del narco que parece más un charro salido de una película de Pedro Infante? Vender una explicación barata y simplona de un problema más grave en el que se han omitido los problemas de crisis y mercado, de falta de garantía de derechos humanos y de criminación de la protesta social.

En tercer lugar, tal vez lo haya notado, pero en la película no muere ningún inocente… porque resulta que todos andaban metidos en algo. Argumento con lo que se consolida el gastado discurso de justificación de los 29 000 muertos. Los receptores saldrán convencidos de que quien muere en circunstancias anómalas debió andar en malos pasos… otro argumento muy conveniente para el Estado que no tendrá que enfrentar responsabilidades por las desapariciones forzadas o ejecuciones contra defensores de derechos humanos o luchadores sociales que se camuflajearan en las cifras de los muertos en la guerra contra el narco.

Por último, lo que es peor, es que la película, en el fondo, maneja la majadera idea de que el pueblo es capaz de cualquier cosa con tal de no morirse de hambre. Como “El Benny” que regresa muy ingenuo, pero bien pronto le agarra amor al dinero y mata por él; la mamá de Benny que deja de criticar al hijo que está en el narco una vez que le regalan una televisión chiquita; un hombre que entrega a su hermano por mil pesos. Y el pueblo de México aparece caracterizado con estos ejemplos a manera de generalidad. Es decir, lo que la película dice es: este pueblo hambreado es capaz de vender hasta a su madre por unos cuantos pesos, luego entonces, si los pobres son los que tienen hambre, son los que se meten en el narco. Por ejemplo están esos ex militares que se van a trabajar con el narco ¿por qué? Porque quieren dinero: la crítica no es al ejército sino al pueblo del que formamos parte.

Dicen que la película trata de reflejar la realidad: a esa realidad le faltó mostrar que en diferentes partes de nuestro país existen esfuerzos organizados del pueblo por exigir sus derechos en lugar de contratarse de sicario o narcomenudista para poder vivir dignamente. Uno paga su boleto para reírse de la manera en la que nos toman el pelo y nos insultan. Reírnos, también es acostumbrarnos. La ley de herodes nos legó la idea de que “Así son todos los políticos, todos van a eso”, El Infierno trata de decirnos “Así es el pueblo, criminales muertos de hambre” al mismo tiempo que nos vende la idea de Estado fallido y de que el narco es un actor independiente del Estado que tiene controlados ciertos estados y que pelea en contra del gobierno Federal. No obstante el discurso es tan sutil que muchos salen diciendo que la película está muy fuerte y es muy crítica.

Ante el proceso de consolidación de un Estado terrorista, la izquierda no tiene muchas opciones: podemos seguir tragándonos ingenuamente el discurso que el Estado nos vende sin pensar en las consecuencias que eso implica o marcar de una manera crítica un discurso que desenmascare los mitos y mentiras del Estado. Tampoco tenemos toda una vida para pensarlo, porque mientras, en el país sigue muriendo gente… migrantes, amas de casa, niños, estudiantes, periodistas, defensores de derechos humanos. Gente como usted y como yo. Mientras, la izquierda por ingenuidad o por comodidad “denuncia” al Estado con un discurso que en lugar de atacarlo, refuerza su estrategia del terror. Ha llegado el momento en el que no podemos permitirnos ideas ingenuas, muchos tendremos que decidir entre lo que es cómodo y lo que es correcto. Que quede claro aquí no hay estado fallido, por el contrario, una estafa ha habido.

Fichas técnicas
Estrada, Luis, (1999), La ley de Herodes, México.


, (2010), El Infierno, México.

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