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Acabar con la violencia de género, claman artistas desde el Zócalo

La Jornada. Domingo 22 de enero de 2006

Lunes 23 de enero de 2006, por Comité Cerezo México

Solecito "Sólo desde la igualdad podemos transformar nuestro mundo", dice la española Cristina del Valle
Acabar con la violencia de género, claman artistas desde el Zócalo

Solecito En este país es casi un milagro que niñas y mujeres reciban justicia, expresa la escritora Lydia Cacho

BLANCHE PETRICH Y ARTURO CRUZ B.

De las dos orillas del Atlántico, talentos de México y de España unieron voces y esfuerzos ayer, a lo largo de una maratónica jornada, para combatir la violencia contra niñas y mujeres que se ejerce en todo el mundo, desde Irak y Palestina hasta Ciudad Juárez, desde los hogares ibéricos, donde maridos irascibles matan a sus esposas, hasta Cancún, donde las redes de pornografía intentan acallar a la mensajera que denuncia a los pederastas.

En el ecléctico concierto cupo todo: voces de primera línea, Joan Manuel Serrat a la cabeza; Eugenia León y Betsy Pecanins de este lado del charco, Caco Senante y Marina Rosell del otro; una amplia gama de géneros, fáciles y comerciales, locales y visitantes. Y muchos poetas en boca de actores y actrices: Mario Benedetti, David Huerta, Octavio Paz y un verso de Alejandro Cerezo escrito en la cárcel para las muchachas asesinadas en Juárez: "Como si tu piel morena, de manera inevitable, fuese tambor que llama a los violentos".

Hubo también un desfile de organizaciones de lucha contra la impunidad y por los derechos humanos en México: Comité Internacionalista contra el Feminicidio, Comité Nuestras Hijas de Regreso a Casa, Comité Cerezo, Comité Pavel González, Comité 68. Desde el escenario, Lydia Cacho saludó hacia un puntito perdido entre la muchedumbre, "a la maestra de maestras en la defensa de los derechos humanos Rosario Ibarra de Piedra". Pero la doña, mezclada en la multitud, prefirió su sitio entre la raza y no subió al estrado. Genio y figura.

Música, danza, manifiestos y poesía

Un sol de invierno al mediodía y un aire helado de noche, un público escaso, cambiante, poco aplaudidor, pero atento a los mensajes fue la respuesta a la convocatoria de la Plataforma de Mujeres Artistas para un proyecto ambicioso por una causa noble: 12 horas de música, danza, manifiestos y poesía. Y un resultado interesante, pero irregular.

Cristina del Valle, fundadora de la plataforma, una madrileña menudita que ha hecho del canto, la actuación y la solidaridad una vocación, con las palestinas y las chihuahuenses de Juárez, las saharauis, las iraquíes, las argelinas, las zapatistas de Chiapas y sus propias compatriotas, ofreció el saludo inaugural instantes después de que el campanario a sus espaldas anunció el mediodía: "Hermanas, compañeras, sólo desde la igualdad podemos transformar nuestro mundo". Y cedió la palabra a la escritora y periodista cancunense Lydia Cacho, que enfrenta un juicio por difamación por denunciar una red de prostitución infantil en su ciudad: "En este país es casi un milagro que niñas y mujeres reciban justicia. No queremos que siga siendo un milagro, queremos que sea un derecho que no tengamos que negociar todos los días".

Muestras

En esta crónica no caben todas las piezas y palabras que se engarzaron a partir de ese momento para hablar de la lucha contra la violencia de género en todos sus matices. Pero ahí le van algunas.

Dijeron las mujeres españolas de la plataforma: "Usted se preguntará por qué cantamos, por qué escribimos, por qué hablamos, por qué actuamos. Si cada despertar es un desencuentro, cada canción se hace ceniza, cada día hay tanta soledad. Si la vida se escribe en masculino. Cantamos y actuamos y hablamos porque creemos en la gente, porque somos militantes de la vida, porque no queremos dejar que los sueños se hagan pesadillas".

La actriz mexicana Luisa Huertas, siempre disidente, recitó a David Huerta -hijo del gran Cocodrilo, Efraín- sobre el "enigma de los tiraderos" en las hermosas arenas del desierto de Samalayuca.

Y Tatiana, la cantante pop, empalagosa como algodón de azúcar, aporta la lectura de un manual de autoayuda -sin desperdicio, es justo decirlo- para que las "nuevas chavas" puedan identificar a tiempo una relación negativa.

Sube Eugenia León, voz de primera línea de México con la canción-bandera que ha ondeado las dos últimas décadas en nuestras luchas contra el sida, por la democracia, por los pueblos indios, contra la guerra y ahora contra los feminicidios y la violencia de género: "Yo vengo a entregar mi corazón. No será tan fácil, como yo pensaba".

Muñeca rusa

Al fin, Serrat, por quien las chicas de primera fila se siguen desmayando, igualito que en los 70. El que nació en el Mediterráneo, el que nunca olvidó a Penélope, el que siempre anduvo a contracorriente contra Franco y todas las dictaduras, la emprendió con Muñeca rusa, que dice: "Ella es como una matrioshka, uno no puede querer a una sin querer a las demás".

Vanessa Bauche entra pisando fuerte y bien acompañada. Un grupo ocupa la escena con una manta y de pronto todo hace sentido: están ahí las caritas de las muchachas de Juárez, tan guapas. Y están las abogadas de los pobres: Digna Ochoa y Griselda Tirado, asesora de la Organización de Indígenas Totonacas, de Huehuetla de Juárez, asesinadas y sin que se les haya hecho justicia. Las cosas por su nombre, dice la actriz. "No son las muertas de Juárez, son las asesinadas por el crimen organizado". Cede la palabra a las que son, deberían ser, las verdaderas estrellas de este maratónico espectáculo. Paula Flores, que es mamá de Sagrario, cuyo cuerpo apareció en la primavera de 1998 en Lomas de Poleo. Juana Villalobos, mamá de Ana María Gardea, muerta a los 10 años de 16 puñaladas en 1997, en la frontera. Y Norma Andrade, mamá de Alejandra. Y Lourdes González, mamá de Pavel, asesinado y con un diagnóstico inaceptable por parte de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, que fustigó: "Los mexicanos no nos merecemos este Foxilandia".

Jesusa Rodríguez, comediante, se lanzó contra la misoginia, la homofobia y la doble moral del clero, ignorando olímpicamente el peso simbólico de la barroca mole catedralicia que resplandecía con el sol a esa hora. Y trastocó el sexismo del lenguaje coloquial mexicano al proponer que se cambie el madrazo como sinónimo de chingadazo, por padrazo. Ejemplo: "Tremendo padrazo nos vamos a dar si el PRI regresa a Los Pinos. Y si se queda el PAN ¡que las diosas nos protejan!". Para que minutos después le hiciera segunda la Pecanins, con La chancla y su reto: "Malhaya quien dijo miedo si para morir nací".

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