La noche del 15 de septiembre, desde el nicho presidencial, Enrique Peña Nieto dará el tradicional Grito de Dolores, seguido del tañido de una campana y del ondear de la bandera nacional.
El zócalo capitalino quedó listo apenas dos días antes del “festejo”; para ello fue necesario desalojar a los profesores que ahí acampaban en protesta por la imposición de una reforma educativa.
El grito se dará en un zócalo iluminado, radiante… Dos días antes ardía. Enfrentados al ultimátum que les dio el gobierno federal para desalojar el lugar, los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación se preparaba para resistir.
Fue la mañana del 13 de septiembre que los rumores de desalojo y, con ello, de una inminente represión empezaron a convertirse en certeza. La alerta invadió incluso las redes sociales.
Entre los simpatizantes del movimiento magisterial circulaban de muro en muro mensajes como el siguiente: “El zócalo está rodeado de policías. Apoyemos a los maestros que están en pie de lucha; tenemos las responsabilidad histórica”.
Alrededor de las 13 horas un hecho inédito ocurría en el corazón de la ciudad. Restaurantes, imprentas, joyerías, cafeterías, tiendas de ropa… lucían cerradas. Tampoco estaban los danzantes, los vendedores de artesanías, ni las personas que alrededor de la catedral ofrecen servicios de albañilería y plomería.
Los únicos que seguían ahí eran los profesores: hombres y mujeres. Armados con palos de madera y tubos se apostaban en cada una de las calles del zócalo capitalino. Esperaban la llegada de los uniformados. Para ese momento, la mayoría de las tiendas de campañas y pertenencias habían sido recogidas. Vecinos del lugar prestaron sus locales como bodegas.
En la esquina de las calles 20 de noviembre y Venustiano Carranza estaba la batucada. Una trompeta, el sonido que producen las barreras de contención cuando se les golpea a manera de tambor, las consignas de los profesores: “Que sube, que baja, Oaxaca no se raja”; “Prensa, prensa, prensa, si tienes dignidad, nosotros te pedimos que digas la verdad.
Sobre la calle de Tacuba, los policías del Distrito Federal guardaban su distancia de los manifestantes (con “los contrarios”, según el lenguaje empleado por un policía): tres calles de separación. En otras como en Uruguay, la distancia era casi nula. Barreras de contención e improvisadas fogatas fungían como barricadas y daban color a la escena.
Aproximadamente a las 14:40 horas, los coordinadores regionales llamaron asambleas. En diversos montones humanos, los docentes discutían sobre el ultimátum. Una comisión de la Secretaría de Gobernación se había acercado a la dirigencia de la CNTE para darles el último aviso.
El traslado de los manifestantes al Monumento a la Revolución parecía inminente. En ese contexto, Francisco Villalobos, secretario de Organización de la Sección 22, que agrupa a los maestros de Oaxaca, dijo a Contralínea: “Hay que reconocer que Oaxaca es un estado aguerrido. Compañeros que ni un paso atrás y cosas de ese tipo, pero que también, al final, sabe tomar una determinación. Confiamos, pues, que este movimiento sabrá tomar la mejor decisión”.
Y agregó: “Pero eso no significa que abandonemos la lucha, la jornada, que el hecho de trasladarnos tenga que implicar irnos inmediatamente a Oaxaca. No es así. Es una fase más que da este movimiento”.
Las bases oaxaqueñas se resistían, sin embargo, a abandonar el lugar. De acuerdo con María Arias, de la Secretaría de Orientación de Política e Ideológica de la delegación D de Oaxaca, “la base dijo que no, la asamblea estatal se resistió, entonces no llegaron a un acuerdo. Y lo que ahí se decidió fue reforzar el plantón al Zócalo”.
Pasadas las 16 horas vino la represión. Durante los enfrentamientos fueron retenidos varios profesores y llevados al cerco policial montado sobre el Eje Central, entre las calles 16 de septiembre y Venustiano Carranza. Finalmente, como consecuencia de la intervención de sus dirigentes, fueron liberados.
Grupos de jóvenes y otros sectores que se solidarizaron con los docentes no corrieron con la misma suerte. De acuerdo con la versión oficial, habrían sido detenidas 31 personas.
En una lista actualizada a las 20:50 horas del 14 de septiembre, el Comité Cerezo México, organización dedicada a la defensa de los derechos humanos, informó que 25 de los detenidos, los cuales se encontraban en el centro de mando de la Policía Federal, habrían sido liberados gracias al pago de fianzas realizado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Aunque en las imágenes difundidas en redes sociales y medios independientes aparecen hombres y mujeres heridos, el recuento de los daños aún es incierto. La noche del 14 de septiembre, los profesores de la CNTE realizarán su asamblea nacional en la que generarán el conteo final, así como su futuro plan de acción.
—¿Cuál es el panorama de este movimiento a futuro? –se le pregunta a Francisco Villalobos
—Hay un asunto de reconocer esta jornada que es inédita porque hoy enfrentamos una reforma constitucional. Asimismo, Oaxaca se ha movilizado como ya hacía mucho tiempo que no lo hacía. También hay que reconocer que esta jornada ha sido tan accidentada como hace muchas que no se habían dado, sobre todo en el asunto de un ultimátum de este tipo, y que hoy se cierne sobre este movimiento toda la fuerza represiva del Estado.
“En este sentido, sí tenemos que hacer nuestras valoraciones correctas. Y en esa parte sí hay necesidad de que cada uno de nosotros asuma con responsabilidad el momento histórico que vive. Y tendría que ver con un asunto de construcción de cada uno de nosotros en lo que se llama nuestra asamblea estatal”.
Para María del Carmen López, secretaria de Conflictos de la delegación D de Oaxaca, el movimiento magisterial no está derrotado, sino en etapa de resistencia. “Lo más valioso es la solidaridad que estamos recibiendo de la gente y no es sólo el movimiento magisterial el que tiene la palabra ahorita, son todos los sectores que se están uniendo. Y eso es lo que importa ahorita, de que todo mundo estemos reaccionando”.
Indudablemente, el festejo considerado el más importante del calendario cívico mexicano se da en un contexto de crispación e indignación generado a raíz de las reformas contenidas en el Pacto por México y de la forma en que los gobernantes mexicanos pretenden llevarlas a cabo.